viernes, 28 de octubre de 2016

La Rosa

Rosa roja de rojas espinas, carmesí roció de amores perdidos, aroma floral que llama susurrante algún corazón perdido, puntas en guardia perforan la carne y tocan el alma.


El lagarto lo sabe, negras escamas y ojos rojizos, con movimientos sutiles se arrima a la rosa. El lagarto sabe de los amores perdidos, de lluvias escarlata que endulzan el aroma de la solitaria rosa de largo tallo que se alza orgulloso hacia los cielos, buscando la piedad del sol, el amor del agua. La rosa sueña con los cielos mientras su tallo emerge de la tierra negra, fría. El lagarto se entierra a sus pies, cuidadosamente se mueve entre los suelos buscando no dañar las delicadas raíces. En la fría tierra se sumerge y ahí espera.



El canto de las aves entre suena por la tierra, un canto vivo, un canto alegre, el aroma onírico de la rosa cubre hasta los espacios más recónditos de la tierra. El canto del ave se hace débil, pero no menos hermoso, el canto para y con el aroma de la flor se desvanece. Con su amor el ave nutre a la rosa y esta crece cada vez más cercad de su cielo amado.



El lagarto espera, inmóvil, inerte. Zumbido en el aire, sutil pero constante,  alas translucidas, cuerpo de carbón. La mosca busca a la rosa, su hermoso color rojo, su dulce perfume, la mosca siente hambre por la rosa. Con su vuelo enfermizo se arrima a la rosa, con cuidado de no tocar las espinas, la rosa indefensa debe soportar a la mosca que lame sus hojas y pétalos.



La tierra se abre, rápido y sin ningún aviso, sombra serpentina salta de entre las profundidades y la mosca ya no es más. En un parpadeo el zumbido se desvanece, la rosa, sus pétalos, sus hojas, están seguras. La sombra regresa a su madriguera.



El lagarto espera, inmóvil, inerte, casi que muerto. El lagarto espera.