Esa
noche, esa noche en particular hacia frio. Llovía con una fuerza bastante
peculiar. El frio de la húmeda brisa nocturna cubría todo el lugar. Las muchas
gotas resonaban al golpear en los tejados y en las calles. La sinfonía de
salpicaduras vibraba como una canción de cuna. La noche era la ideal para
sumergirse en el arcoíris sinóptico del subconsciente. Eso pensaba ella, la
lluvia y el frio eran de su agrado. La fría brisa abrazaba todo su cuerpo y se
deslizaba por sus piernas desnudas con la gentileza apropiada, nada podría
despertarla esa noche. Pero había algo, o más bien era la ausencia de algo lo
que incomodaba su sueño. La falta de una presencia, una presencia conocida. Él
no se había acostado aun, no la cama se sentía vacía.
En
la oscuridad ella entre abrió los ojos, susurro un nombre tenuemente, pero la
oscuridad permaneció silente. La intensa negrura la forzó a abrir completamente
sus ojos. Él no estaba con ella. Normalmente a esas horas él está trabajando.
Varias veces ha pasado horas y horas de noche tecleando intensamente su máquina
ordenadora. Las noches de lluvia eran sus preferidas para trabajar, sí. El frio
y un café eran lo mejor para hacer funcionar su lado más creativo, más
constructivo. Ella pensó esto. Pero al mirar de reojo al estudio la oscuridad
le impidió ver nada. El solo no estaba a su lado, no estaba en ningún lado.
La
fuerte y húmeda brisa levanto con violencia un par de cortinas, una ventana
estaba abierta. Pero no era una ventana normal. Esa ventana llevaba a unas
escaleras que daban a la azotea. Ella sabía que a él le gustaba parar de vez en
cuanto su trabajo para fumar un cigarrillo en la azotea. Pero el clima no era
el mejor para fumar. Aun así ella sabía que él estaba en la azotea, ella sabía
que él no se iría sin avisarle, ella sabía que él estaba ahí afuera en la
lluvia, contemplando algo mientras la lluvia cubría su rostro. Ella sabía dónde
encontrarlo.
El
agua caía con fuerza y rápida mente todo su cuerpo, ropas y cabello quedaron
empapados, pero ella sabía que él también estaba empapado, ella sabía esto mas
no sabía el porqué, pronto lo averiguaría. Después de terminar con las
escaleras la azotea la esperaba, desde ahí arriba se podía ver una hermosa
vista de la ciudad nocturna, las nubes tapaban la luna y la única luz venia de
la ciudad, la lluvia caía en todas partes. Él estaba ahí, de pie, al borde de
la azotea mirando fijamente este paisaje. Ella se le acerco y nuevamente
susurro su nombre pero el no contesto, el solo miraba fijamente hacia la
ciudad. Ella se acercó aún más e intento tocar su hombre, pero de repente la
lluvia se detuvo. Mas no simplemente se detuvo, las gotas detuvieron su marcha
y se quedaron suspendidas en medio del aire, las pequeñas esferas traslucidas
levitaban a su alrededor, con expresión de fascinación y terror ella admiraba
tal fenómeno.
Una
luz, la luz empezó a brillar con fuerza desde el centro de la ciudad. Su
resplandor la segaba. La luz formaba una esfera que crecía rápidamente su
tamaño, los edificios y todo a su paso se desvanecía suavemente. Una lagrima resbalo
por la mejilla de ella. Unos ojos la observaban. La luz brillaba con fuerza,
casi cegadora. Él estaba delante de ella, mirándola fijamente y sonriendo
dulcemente. La luz se acercó a ellos, primero lo absorbió a él, luego lentamente
la absorbió a ella. Mientras la claridad de la esfera acariciaba su mejilla y
esta se desvanecía, ella sonrió. Ella sonrió con sinceridad y la oscuridad se
hizo luz.
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